Esta página esta dedicada a tratar de proporcionar información sobre el alcoholismo
a los visitantes de habla hispana, en especial a la comunidad boliviana, estudiantes y personas de toda clase social.
"Dicen los etnólogos que no existe
ningún pueblo que no haya logrado
producir bebidas fermentadas conteniendo alcohol.
Este proceso de fermentación es
probablemente una de las primeras
reacciones químicas que el hombre supo realizar.
Sin embargo, las bebidas alcohólicas
pueden obtenerse por fermentación o por destilación.
Las fermentadas son las más antiguas,
puesto que hasta la edad media no
se conoció la destilación,
que proporciona bebidas más fuertes."
E L A L C O H O L I S M O
INTRODUCCIÓN
Desde tiempos muy remotos el hombre aprendió a fermentar granos y jugos para obtener una sustancia que le provocaba un estado especial. Este estado varía en las diferentes personas de acuerdo a la cantidad ingerida y de acuerdo a las motivaciones de su injerencia.
Nos referimos al estado de intoxicación alcohólica.
Existen reportes escritos del uso de cerveza, vinos y otras bebidas alcohólicas que datan desde 3000 años antes de Cristo. Pero el proceso de destilación aplicado a las bebidas fermentadas se remonta alrededor del año 800 después de Cristo. Este proceso ha permitido la preparación de licores altamente potentes que se consumen actualmente. La influencia del alcohol en la sociedad ha tenido gran peso como factor problemático en la conformación y funcionamiento de la familia, individuo y por ende de la sociedad.
La influencia del alcohol se ha visto reflejada en las diferentes esferas de la historia de la sociedad desde tiempos muy remotos.
El consumo del alcohol, ha sido reconocido como un factor de integración social y favorecedor de la convivencia.
Esto es, el alcohol es una de las bebidas embriagantes, consumidas con moderación y en los contextos permitidos, reduce la tensión, desinhibe y provoca sensaciones de bienestar.
Los bebedores "normales" disfrutan de las bebidas por esos efectos placenteros y aprecian diferentes calidades de bebidas. Desafortunadamente, proporciones variables de individuos en la población presentan problemas en su salud y en sus relaciones interpersonales a causa del consumo inmoderado de alcohol.
El alcohol es una de las drogas que por su fácil acceso y poderosa propaganda que recibe, se ha convertido en un verdadero problema social en casi todos los países y en todas las edades a partir de la adolescencia.
El alcohol es la droga más ampliamente empleada por los adolescentes en E.U. y México, aunque no tenemos estadísticas, existen evidencias de un elevado índice de alcoholismo entre los jóvenes.
Sin embargo, ¿cuáles son los trastornos provocados por el uso excesivo de alcohol? Quizá mucha gente piense que mientras no se convierta en alcohólico típico, las consecuencias de beber frecuentemente y en altas dosis no son tan alarmantes.
Pero los estragos del alcohol pueden ser graves y muchos de ellos irreversibles.
A continuación hablamos de algunos de los efectos a corto plazo provocados por el alcohol.
El alcoholismo es una enfermedad crónica, progresiva y a menudo mortal; es un trastorno primario y no un síntoma de otras enfermedades o problemas emocionales. . La OMS define el alcoholismo como la ingestión diaria de alcohol superior a 50 gramos en la mujer y 70 gramos en el hombre (una copa de licor o un combinado tiene aproximadamente 40 gramos de alcohol, un cuarto de litro de vino 30 gramos y un cuarto de litro de cerveza 15 gramos).
El alcoholismo parece ser producido por la combinación de diversos factores fisiológicos, psicológicos y genéticos. Se caracteriza por una dependencia emocional y a veces orgánica del alcohol, y produce un daño cerebral progresivo y finalmente la muerte.
El alcoholismo afecta más a los varones adultos, pero está aumentando su incidencia entre las mujeres y los jóvenes. El consumo y los problemas derivados del alcohol están aumentando en todo Occidente desde 1980, incluyendo Estados Unidos, la Unión Europea y los antiguos países del este, así como en los países en vías de desarrollo.
El alcoholismo, a diferencia del simple consumo excesivo o irresponsable de alcohol, ha sido considerado en el pasado un síntoma de estrés social o psicológico, o un comportamiento aprendido e inadaptado. El alcoholismo ha pasado a ser definido recientemente, y quizá de forma más acertada, como una enfermedad compleja en sí, con todas sus consecuencias.
Se desarrolla a lo largo de años. Los primeros síntomas, muy sutiles, incluyen la preocupación por la disponibilidad de alcohol, lo que influye poderosamente en la elección por parte del enfermo de sus amistades o actividades. El alcohol se está considerando cada vez más como una droga que modifica el estado de ánimo, y menos como una parte de la alimentación, una costumbre social o un rito religioso. La química del alcohol le permite afectar a casi todo tipo de célula en el cuerpo, incluyendo aquellas en el sistema nervioso central. En el cerebro, el alcohol interactúa con centros responsables del placer y de otras sensaciones deseables; después de una exposición prolongada al alcohol, el cerebro se adapta a los cambios que produce el alcohol y se vuelve dependiente de él. Para las personas con alcoholismo, beber se convierte en el medio primario mediante el cual pueden tratar con personas, el trabajo y sus vidas. El alcohol domina sus pensamientos, emociones y acciones. La gravedad de esta enfermedad es influida por factores como la genética, la psicología, la cultura y el dolor físico.
ALCOHOLISMO - MUJERES
El alcoholismo en las mujeres: un escape a las presiones. Revista red de salud
de las mujeres latinoamericanas y del caribe / ISIS. (Santiago, Chile.), p. 25.
Integrantes del Grupo de Educación sobre Alcoholismo y otras Adicciones (GESA)
de Paraguay - en entrevista publicada anteriormente en Informativo, Paraguay,
Año 1, Nº10, diciembre de 1989 - señalaron algunas de las causas por las cuales
las mujeres se vuelven alcohólicas.
Así, para las mujeres beber es una forma de escape ante situaciones extremas,
tales como los conflictos emocionales con sus parejas o con sus hijos, las
presiones de tipo laboral, o empujadas por un fuerte sentimiento de soledad. Las
mujeres empiezan a beber entre los 25 y los 30 años.
Ahora bien, el organismo de las mujeres es mucho más sensible a los efectos del
alcohol que el de los hombres y en menos de 5 años puede alcanzar las últimas
fases del alcoholismo.
Por otra parte la alcohólica es muy reticente a reconocer su adicción y sus
consecuencias. Esto se debe, en gran parte, a la intolerancia de la sociedad
frente a las mujeres alcohólicas; de cada 10 mujeres adictas, 9 son abandonadas
por sus maridos; en cambio de cada 10 alcohólicos, sólo 1 es abandonado por su
mujer.
Por lo general son los hijos quienes aceptan que su madre inicie un tratamiento,
el marido lo puede rechazar para no aparecer ante sus amigos y conocidos con una
esposa alcohólica.
El proceso de recuperación de la mujer alcohólica necesita una gran comprensión
y cooperación de la familia, la que debe descartar el control. De nada sirve
esconder las botellas, ya que en un gesto de rebeldía, reacciona bebiendo aún
más y a escondidas.
Una vez que la paciente asume su adicción y se siente apoyada por su familia,
comienza el tratamiento como tal: internación, deshabituación y rehabilitación.
Los peligros de recaídas son frecuentes: el 50% de las pacientes sufren una
durante el primer mes posterior al tratamiento. La familia debe comprender que
las recaídas se deben a la dependencia física producida por el alcohol y que
éstas se irán borrando poco a poco hasta lograr la abstinencia total.
Esta abstinencia es posible, en definitiva, cuando la mujer asume su realidad y
resiste la presión del medio sin sentirse menoscabada por ello
ALCOHOLISMO DESDE EL VIENTRE MATERNO
El Instituto de Investigación Médica "Mercedes y Martín Ferreyra", de la ciudad de Córdoba, es una institución privada, sin fines de lucro, dedicada a la investigación científica y a la formación de recursos humanos (científicos y técnicos) en las ramas de la medicina.
También aporta a la difusión de los conocimientos mediante publicaciones y apoyo e integración a la docencia universitaria de pre y posgrado. Como tal ha sido declarada entidad de bien público. Su labor tiene reconocimiento nacional e internacional.
Fundado en marzo de 1947, desde el año 1971 funciona, por convenio, como Instituto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -CONICET-. En el Instituto trabajan 42 profesionales y estudiantes de dedicación exclusiva (12 investigadores, 11 becarios doctorandos, 8 estudiantes que desarrollan sus seminarios de grado, 3 estudiantes de pre-grado, 8 técnicos) más cinco personas dedicadas a tareas de maestranza.
Las tareas de investigación están relacionadas con la función del Sistema Nervioso Central en estado normal y patológico (enfermo). Estas incluyen los siguiente aspectos:
1.- Mecanismos de incorporación y excreción de sales y nutrientes en células nerviosas;
2.- Mecanismos involucrados en el crecimiento y la diferenciación de las neuronas;
3.- Anatomía microscópica de diferentes regiones cerebrales;
4.- Fenómenos eléctricos asociados a funciones sensoriales del cerebro;
5.- Control cerebral de la conducta sexual;
6.- Control cerebral del balance corporal hidrosalino (ingesta y excreción corporales de agua y sales);
7.- Control cerebral de la secreción de hormonas;
8.- Maduración de la capacidad de aprendizaje.
En relación con este último tema el Laboratorio de Psicobiología Experimental lleva a cabo diversas investigaciones relacionadas con el alcoholismo.
Los problemas derivados del consumo de alcohol se visualizan, en general, como exclusivamente relacionados con la ingesta excesiva por parte del organismo adulto o adolescente.
Sin embargo, durante las dos últimas décadas, investigaciones epidemiológicas, clínicas y experimentales han señalado que el organismo fetal e infantil puede también sufrir consecuencias derivadas de la intoxicación etílica.
Durante el desarrollo embrionario y fetal, el consumo maternal de alcohol conlleva la contaminación del organismo y del ambiente prenatal que lo rodea, tal el caso del líquido amniótico. Hijos de madres alcohólicas, o de bebedoras excesivas, que no evidenciaron abstinencia durante el embarazo, son proclives a presentar distintas alteraciones durante el per&iacu;odo antenatal, neonatal e infantil.
Desde 1973 se acepta el diagnóstico "Síndrome Fetal de Alcoholismo", que se caracteriza por dismorfismos faciales, retraso en el crecimiento de la criatura prenatalmente expuesta al alcohol y compromiso anatómico y/o fisiológico del sistema nervioso central. Estudios de prevalencia e incidencia permiten concluir que el consumo maternal de alcohol
durante el embarazo representa la primera causa prevenible de retraso mental en el mundo occidental. Aproximadamente 1 niño, de cada 1000, cumplimenta con la totalidad de los criterios patológicos para ser diagnosticado con el mencionado Síndrome Fetal de Alcoholismo.
Cuatro niños de cada 1000 presentan alteraciones parciales de dicho síndrome, también atribuíbles al consumo de alcohol durante el embarazo.
La interacción entre el organismo joven y el alcohol no queda circunscripta al período prenatal.
Durante la lactancia, el consumo maternal de alcohol determina la contaminación de la leche, llegando ésta a presentar similar concentración etílica a la que se encuentra en sangre.
El lactante exhibe alteraciones en el patrón de succión al tener contacto con el nutriente que vehiculiza al alcohol.
Como consecuencia de la incorporación de la droga contenida en leche, se han comunicado alteraciones en el ritmo sueño-vigilia del lactante. Asimismo, la exposición crónica al alcohol durante la lactancia repercute negativamente sobre el desarrollo psicomotor del infante.
El laboratorio de Psicobiología Experimental del Instituto Ferreyra está abocado a la investigación de efectos derivados del temprano contacto con el alcohol. El empleo de distintos modelos animales permite indagar acerca de modificaciones neurocomportamentales que ejerce la droga sobre el feto, el neonato y el infante.
Uno de los principales objetivos consiste en el análisis de consecuencias del temprano contacto con el alcohol sobre posteriores patrones de ingesta (consumo) y preferencia etílica.
Trabajos recientes indican que el feto, próximo al momento de nacimiento, posee ya la capacidad de adquirir y retener información acerca de propiedades sensoriales del alcohol.
Esta temprana capacidad de aprendizaje repercute sobre patrones de reconocimiento posterior del alcohol y se articula con experiencias infantiles, dando lugar a cambios en la apetencia hacia el fármaco.
Se investiga, igualmente, el proceso de distribución del alcohol en la leche materna y cómo la presencia del fármaco en este nutriente afecta el patrón de consumo y/o propiedades apetitivas del compuesto leche-alcohol.
Estudios conducidos en fetos e infantes también han estado destinados a comprender el temprano desarrollo de tolerancia hacia el alcohol, presencia de períodos críticos en el establecimiento de deficiencias neurocomportamentales, detección infantil de propiedades sensoriales del alcohol por eliminación no metabólica del fármaco, etc.
Estas líneas de trabajo se articulan con el análisis de alteraciones cognitivas que induce la temprana intoxicación con alcohol, particularmente en lo que respecta a la adquisición y evocación de información. Las distintas aproximaciones experimentales permiten, paulatinamente, coordinar conocimientos acerca de factores tóxicos que repercuten sobre el desarrollo de un organismo y, en particular, de aquellos
comportamientos que regulan la autoadministración de alcohol.
Resultados derivados de estas investigaciones permiten hoy interactuar en un plano de investigación aplicada con neonatólogos de la Maternidad Nacional -Córdoba- en el estudio de capacidades sensoriales del neonato.
El trabajo en desarrollo apunta al diseño de evaluaciones neurológicas tempranas que permitan analizar, con mayor precisión, los efectos neurocomportamentales que genera la exposición prenatal al alcohol.
¿Se cura el alcoholismo?
Hasta aquí he hablado de lo que es la enfermedad alcoholismo y de sus inevitables complicaciones. Pero la medicina tiene una finalidad última: curar.
Si el alcoholismo es una enfermedad, debe caer en la jurisdicción del médico. El alcohólico no es una canalla, sino un enfermo y, por tanto, es al médico al que le toca tratar con él. Pero, ¿se puede curar un alcohólico?
Si y no.
Veamos qué quiere decir esto.
Yo siempre pongo a los enfermos un ejemplo: el del miope. Veamos el ejemplo del miope.
Imaginemos a un hombre que ve mal y que, a consecuencia de ello, sufre dolores de cabeza y mareos. Un día va al oculista y éste descubre que lo que tiene es miopía. Le receta unas gafas, el enfermo las empieza a usar y desde entonces ve bien y no vuelve a tener dolores de cabeza ni mareos. Pues bien, este enfermo ¿está curado o no?
- Hombre, si ve bien y se encuentra bien, sí que está curado- se me puede decir.
Y efectivamente lo está. Pero hay un pequeño detalle que quiero subrayar: que tiene que usar gafas, que, si se las quita, vuelve a encontrarse mal. Luego, en un sentido, ni se ha curado ni se va a curar. Pero si ve bien y se encuentra bien, si se acostumbra a llevar gafas hasta el punto de que éstas no le molesten en absoluto, ¿qué más da que esté totalmente curado?
Lo mismo pasa con el alcohólico. El alcohólico se cura porque se repone física y mentalmente, porque se pone fuerte y come bien, porque no le duele nada, porque se lleva bien con su familia y con la sociedad, porque recupera la situación y la estima que había perdido, etc. En una palabra, el alcohólico se cura por completo de las complicaciones del alcoholismo y vuelve a ser un hombre feliz.
Pero, por otra parte, el que ha cruzado las fronteras invisibles del alcoholismo, el que -por un camino o por otro- ha llegado a ser alcohólico, lo será durante toda su vida. En este sentido, el alcoholismo no se cura jamás. El alcohólico, como el miope, tiene que llevar siempre puestas unas gafas: en el caso del alcohólico, tales «gafas» consisten en no beber una gota de alcohol.
De este modo, el alcohólico será un alcohólico que no bebe (como el miope será un miope que ve bien), será un alcohólico que se acostumbrará a no beber y no echará de menos el alcohol (como el miope se acostumbra a llevar gafas y se olvida de que las lleva).
El alcoholismo, pues, vivirá aletargado en el alcohólico y no dará ninguna señal de vida. Pero, en el momento en que vuelva a probar una gota de alcohol, el demonio del alcoholismo despertará en su interior y (como le sucedería al miope si perdiera las gafas) volverá a producir las mismas complicaciones que antes los mismos temblores, -los mismos celos, las mismas riñas- , porque el alcoholismo propiamente dicho no se cura jamás.
Del mismo modo, sí el fumador que se ha retirado del tabaco vuelve un día a aceptar un cigarrillo, está condenado de nuevo a volver a fumar. Del mismo modo, el fumador que se retira del tabaco siempre será fumador -eso sí- , pero un fumador que no fuma.
Pues bien, la misión del médico, en cuanto al alcoholismo, es convertir alcohólico que bebe en un alcohólico que no bebe.
¿Qué hace falta para curarse?
Para curarse del alcoholismo, lo único que hace falta es dejar de beber alcohol.
Pero, claro, como el alcoholismo consiste precisamente en no poder dejar de beber alcohol, resulta que para poderse curar es menester estar curado ya. De modo que, dicho así el remedio de esta enfermedad es no tenerla, lo cual es absurdo. Pero yo voy ahora a intentar aclarar este galimatías para que se vea que esta solución no sólo no es absurda, sino que es la única posible.
El que realmente no puede salir del circulo vicioso de la enfermedad es el propio alcohólico abandonado a sí mismo. Para que el alcohólico dejase de beber por su propio esfuerzo haría falta que no fuese alcohólico (o que tuviese una enorme fuerza de voluntad, lo que viene a ser casi lo mismo). Pero desde el momento en que el alcohólico reconoce que él es un enfermo y acude al médico, ya interviene un nuevo factor: el propio médico, cuya primera obligación es precisamente romper ese círculo vicioso.
Lo que el alcohólico no puede hacer por sí sólo, sí es capaz de hacerlo con ayuda de un tratamiento adecuado.
Analicemos ahora los elementos y las actitudes necesarios para combatir el alcoholismo.
Lo primero y lo más importante que tiene que poner el enfermo de su parte es su deseo consciente de curarse.
Es frecuente en la consulta que acudan enfermos alcohólicos que echan la culpa de sus males a todo menos al alcohol. Si tienen vómitos por la mañana es porque fuman demasiado, sí comen poco es porque han sido de poco comer, si se llevan mal con su esposa es porque ésta es insoportable,
si les echan del trabajo es porque los tiempos están muy mal, si les duelen las piernas es porque tienen reúma, si les tiemblan las manos es porque están intimidados por la presencia del médico.
Al decirles que todos esos síntomas que refieren son debidos al alcohol, contestan categóricamente que no, porque ellos beben «lo normal» y lo han bebido desde niños y nunca les han pasado estas cosas hasta hace dos años. No comprenden, o no quieren comprender, que, a fuerza de ir a la fuente, llega un momento en que el cántaro se rompe.
- Pero bueno, vamos a ver -suelo decir a estos enfermos- , ¿usted a que ha venido a la consulta?
- Yo -responden- , porque se ha empeñado mi mujer. Pero a mí no me pasa nada.
Estos son los enfermos que no se curan. Lo primero que hace falta para curarse es desearlo conscientemente. Para ello es preciso reconocerse enfermo y ser plenamente sincero.
A estos enfermos que vienen a consulta «obligados por su mujer», les digo:
- Si usted no se considera enfermo, no tiene por qué venir al médico. Váyase y vuelva cuando usted, sin que nadie le obligue, decida que quiere curarse.
He aquí, en cambio, lo que dice el enfermo que se cura:
- Mire usted, a mi todo lo que me pasa es por culpa del vino. Yo sé que me tengo que quitar de beber, pero no tengo fuerza de voluntad para ello.
Este es el enfermo que se cura porque es lo bastante sincero para reconocer su enfermedad sin engañarse a si mismo. En un palabra, se cura porque se quiere curar.
El no tener fuerza de voluntad no es un obstáculo. Cuando viene un enfermo alcohólico a mi consulta, ya sé que no tiene fuerza de voluntad y cuento con ello. Porque en esa falta de voluntad es precisamente donde radica su enfermedad.
Sí la tuviera, no sería un alcohólico o no habría venido a la consulta, porque se habría quitado él solo de beber.
Tres puntos que hay que saber
Así, pues, en vez de fuerza de voluntad hace falta conocimiento.
El conocimiento empieza por saber que el alcohol es dañino. Pero esto ya lo suele saber el alcohólico, porque lo ha experimentado en su propia carne. Lo que él desea es que le aclaremos el camino para apartarse de él.
Es muy frecuente que el alcohólico crea que, gracias a un tratamiento médico. va a ser capaz de poder beber moderadamente. Casi todos los alcohólicos desean seguir bebiendo, pero sin exceso. Y es necesario desengañarles desde un principio.
La experiencia médica demuestra que un alcohólico es incapaz de beber moderadamente. Con una gran fuerza de voluntad, podrá aguantar unos pocos días, una semana, un mes, bebiendo moderadamente. Pero el camino vertical de la fuerza de voluntad conduce a la caída en el abismo Al cabo de días o de semanas de beber moderadamente, el alcohólico vuelve a beber en exceso, como antes, pero además carga con un
nuevo fracaso que lo desmoraliza aún más.
Por lo tanto, ya tenemos un punto bien señalado: el alcohólico ha de saber que el único camino es dejar de beber del todo.
Otros enfermos, aún convencidos de esto, pretenden quitarse de beber poco a poco. ¡Engaños del alcohol otra vez! Este «poco a poco» que parece tan fácil es, en realidad, mucho más difícil: es imposible.
El enfermo ignorante que emprende esta vía (también a base de fuerza de voluntad) se agota en su lucha cotidiana contra el hábito de beber. Cada día bebe, en efecto, un poquito menos que el anterior, hasta que, agotado por el terrible esfuerzo de subir a pulso sus músculos ceden y cae al abismo: en este caso a desquitarse, mediante una borrachera fenomenal, de las angustias de lucha pasada.
Y peor aún: confirma así su cómoda teoría de que él es incapaz de abandonar el alcohol y justifica así el seguir bebiendo.
Por lo tanto, ya tenemos señalado el segundo punto: el alcohólico debe saber que el único camino es dejar de beber de repente.
Por último, hay algunos enfermos que, sabiendo que han de dejar el alcohol del todo y de repente, abrigan la esperanza de curarse algún día y poder volver a beber con moderación en el porvenir. Pero ahora viene otra vez mi anterior ejemplo de las gafas.
El alcoholismo propiamente dicho -la pérdida del control sobre la bebida- no se cura nunca. Queda, como si dijéramos, aletargado. Pero, en el momento en que el enfermo vuelva a probar una gota de alcohol, el demonio del alcoholismo se despierta. Es como sí el miope, notando que ve bien, se creyera curado y tirará sus gafas. Se encontraría con la desagradable sorpresa de que sigue siendo miope. Lo mismo sucede a los alcohólicos cuando, después de varios años sin beber, vuelven a tomar una copa, un chato o una caña. Pronto tienen ocasión de comprobar, con mucho dolor en general, que siguen siendo igual de alcohólicos que antes.
Esta penosa comprobación puede ser rápida o lenta. A veces, el alcohólico que bebe después de una temporada de abstinencia siente pronto tal ansia de alcohol que, inmediatamente después de la primera copa, sigue bebiendo hasta la embriaguez total. Pero lo corriente es que la recaída sea más solapada.
Después de una temporada de no beber, el alcohólico, un día, creyéndose curado o pensando que la cosa no tiene importancia, se toma una caña de cerveza. Naturalmente, no le sucede nada de particular y se va a su casa convencido de que, de vez en cuando, se puede tomar una cerveza. Pronto se vuelve a presentar la ocasión, y cada vez lo hace con mayor frecuencia. Y poco a poco,
el alcohólico retorna a sus viejos hábitos como si el tiempo no hubiera transcurrido.
Y éste es el tercer punto que ha de saber el alcohólico: es menester dejar el alcohol para siempre.
Para curarse, el alcohólico debe dejar de beber del todo de repente y para siempre.
Si el enfermo se desengaña a estos tres respectos, o sea, si sabe el modo de dejar de beber, lleva ganada la mitad del camino. Pero la otra mitad es dura: ¿cómo cortar del todo y de repente con el alcohol?
Pastillas o gotas para no beber
Estos medicamentos constituyen el segundo escalón.
Se trata de unas pastillas o de unas gotas que no hacen ningún efecto en el organismo mientras no se beba alcohol. Pero, si se bebe, entonces se produce un choque terrible y el enfermo se pone a morir.
Como se ve, estos medicamentos sirven para suplir la fuerza de voluntad que no tiene el enfermo. Este se toma las pastillas o las gotas y ya sabe que no puede beber alcohol. Hay que hacer, por tanto, mucho hincapié en que jamás deben darse medicamentos sin que lo sepa el propio enfermo. Han de tomarse voluntariamente, en forma plenamente consciente y deliberada.
Tomarlos es como estar encerrado en un sanatorio, porque el que los toma no puede beber alcohol Pero es estar encerrado sólo en lo que se refiere a la bebida.
El enfermo entra y sale al trabajo, alterna con sus amigos, frecuenta incluso su bar o tertulia pero no debe de beber alcohol.
Las pastillas o gotas para no beber, como es natural, no entienden si el enfermo ha tenido un gran disgusto que le obliga a beber o una gran alegría que hay que celebrar con vino. Tampoco entiende si es nochebuena, o la boda de fulanito, o el bautizo de la hija de menganito. Estos medicamentos ignoran todas las sutilezas con que el alcohólico pretende engañarse a si mismo. Para ellos el alcohol es alcohol, vaya servido en forma de sidra, de cerveza, de vino, de vertmout, de quina, de jerez, de anís, de vodka.
Incluso la pequeña cantidad de alcohol que contiene el vinagre desencadena la terrible reacción.
Y es que, naturalmente, el enfermo alcohólico tiene que dejar de beber toda clase de alcohol.
Y el que ha tomado estas pastillas o gotas se tiene que aguantar sin beber, por muchas ganas que tenga de hacerlo.
Si no las hubiera tomado, a lo mejor se bebía "una cañita sólo" y luego venían otras dieciséis después, mas luego vinos, algún vermut y, por fin, bebidas exóticas ya en plena euforia alcohólica.
De modo que, gracias a estos medicamentos, el enfermo se acostumbra a vivir sin beber y lo hace en la calle, en el bar, con sus amigos y compañeros, es decir, en el mismísimo escenario de sus triples hazañas alcohólicas.
De esta manera se agotan sus reflejos condicionados y se desintegran sus esquemas de conducta alcohólicos.
Las pastillas o gotas para no beber son, Como decía uno de mis enfermos, un par de muletas que te ayudan a andar mientras las piernas cogen fuerza. Al cabo de un plazo de tiempo que determinara el médico, el enfermo podrá dejar de tomar estos medicamentos.
Ya habrá recuperado su dominio de si mismo y podrá vencer, sin ayuda química, la tentación de beber, porque, durante el tiempo que ha estado sin beber, la tentación se ha ido debilitando y su voluntad se ha ido robusteciendo.
Si fracasan las pastillas o las gotas para no beber, bien porque el enfermo beba aunque se ponga malo, bien porque el enfermo no sea capaz de hacer ni el mínimo esfuerzo que representa tomar unas pastillas o unas gotas (porque de ese modo, naturalmente, puede beber), entonces hay que empezar el tratamiento por el escalón más bajo.
SINTOMAS DEL ALCOHOLISMO
Tolerancia de los efectos del alcohol.
Necesidad diaria o frecuente de alcohol para su función diaria.
Pérdida de control con incapacidad de interrumpir o reducir el consumo de alcohol.
Bebedor solitario.
Dar excusas para beber.
Episodios de pérdida de memoria asociados al consumo de alcohol (ausencias negras).
Episodios de violencia asociados al consumo de alcohol.
Deterioro en las relaciones sociales y familiares y en la responsabilidad laboral.
Absentismo laboral.
Inexplicable mal genio.
Conducta que tiende a esconder el alcoholismo.
Hostilidad al hablar de la bebida.
Negarse a la ingesta de alimento.
Negar la apariencia física.
Nauseas.
Vómitos.
Vacilación por las mañanas.
Dolor abdominal.
Calambres.
Entorpecimiento y temblores.
Enrojecimiento y capilares de la cara dilatados (especialmente en la nariz).
Confusión.
Temblores e incontroladas sacudidas del cuerpo.
Cansancio y agitación.
Insomnio.
Pérdida de apetito e intolerancia a toda la comida.
Confusión.
Alucinaciones.
Taquicardia.
Sudores.
Convulsiones.
Problemas en la lengua.
Lacrimeo.
Desvanecimiento.
COMPLICACIONES
Pancreatitis aguda y crónica.
Cardiomiopatía alcohólica.
Neuropatía alcohólica.
Varices esofágicas sangrantes.
Degeneración cerebral.
Cirrosis hepática.
Complicaciones de la abstinencia alcohólica.
Depresión.
Disfunción en las erecciones.
Síndrome fetal alcohólico en los hijos de mujeres alcohólicas.
Aumento de la presión arterial.
Incremento en la incidencia del Cáncer.
Insomnio.
Deficiencias nutricionales.
Suicidio.
Síndrome de Wernicke-Korsakoff.
ENFERMEDADES OCACIONADAS POR EL ALCOHOL
El uso habitual del alcohol, afecta negativamente en todos y cada uno de los órganos del cuerpo humano, pudiendo acarrear algunas de las enfermedades siguientes:
Uno de los primeros órganos afectados por el alcohol, es el cerebro y el cerebelo, en el primero puede llegar a ocasionar Alucinaciones, Demencias y Delirium Tremens que pueden ocasionar la muerte y en el segundo la pérdida de coordinación, verticalidad y de memoria.
El hígado es posiblemente el órgano mas afectado por el uso del alcohol, ya que es el encargado de metabolizar el 90% del mismo, llegándose a tener un hígado graso, una hepatitis alcohólica e incluso una cirrosis, que puede ser irreversible y por lo tanto ser mortal.
También acarrea enfermedades muy peligrosas en el Estómago, Páncreas, Riñón, Corazón, Testículos y Ovarios, etc., etc.
Un Mensaje a los Jóvenes
¿Cómo saber cuándo la bebida se está
convirtiendo en problema?
* Alcoholismo es una palabra difícil de entender.
* Sin embargo nadie es demasiado joven (o viejo) para tener problemas con la bebida.
* Es así porque el alcoholismo es una enfermedad. Puede darle a cualquiera. Joven, viejo. Rico, pobre. Negro, blanco.
* Y no importa cuánto tiempo lleves bebiendo o lo que hayas bebido. Lo que cuenta es cómo te afecta la bebida.
* Para ayudarte a decidir si tienes problema con tu manera de beber, hemos preparado estas 12 preguntas. Las respuestas son asunto tuyo y de nadie más.
* Si contestas sí a cualquiera de estas preguntas, tal vez sea el momento de echar una mirada seria a lo que te podría estar pasando con la bebida.
* Y, si necesitas ayuda o quieres hablar con alguien acerca de tu manera de beber dirigete a Alcohólicos Anónimos, o a algún centro donde te puedan orientar y dar información acerca de este gran problema social que afecta y que nos puede llegar en cualquier momento
1 ¿Bebes porque tienes problemas? ¿Para relajarte?
2 ¿Bebes cuando te enojas con otros, con tus amigos o tus padres?
3 ¿Prefieres beber a solas, en lugar de hacerlo con otros?
4 ¿Están empezando a bajar tus calificaciones? ¿Estás chapuceando en tu trabajo?
5 ¿Has tratado alguna vez de dejar de beber o beber menos - y fracasaste?
6 ¿Has empezado a beber por la mañana, antes de la escuela o trabajo?
7 ¿Te tragas las bebidas de un golpe?
8 ¿Has experimentado alguna vez una pérdida de memoria debido a tu forma de beber?
9 ¿Mientes acerca de tu forma de beber?
10 ¿Te has metido alguna vez en problemas cuando bebes?
11 ¿Te emborrachas cuando bebes, aunque no sea esa tu intención?
12 ¿Te parece una gran hazaña poder aguantar mucho bebiendo?
¿Cuál es su resultado?
¿Respondió SÍ a cuatro o más preguntas? De ser así, es probable que tenga un problema con el alcohol.
Y por ultimo te recomiendo este gran consejo, que si bebes por favor no conduzcas, no ocaciones llanto, penas ni odio hacia a tí, no provoques lo que puede resultar algo trágico para la sociedad.
Quédate en casa y no salgas, las desgracias no te buscan, te encuentran a la vuelta de la esquina...por favor! Evítalo!
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