• En Busca de la Computadora Más Antigua de la Historia
    El hombre ha buscado desde tiempos inmemoriales el utilizar ayudas para contar. Hay evidencias de que desde unos 6000 años antes de Cristo, se usaban pedazos de madera para registrar eventos con marcas hechas con diferentes utensilios. Por ello, si se quieren establecer los orígenes de la computadora más antigua de la historia, la tarea no resulta tan fácil. Para empezar, tenemos que recordar que existen dos tipos de computadoras: las analógicas y las digitales.

    Las primeras representan números midiendo cantidades físicas continuas, mientras que las segundas utilizan unidades discretas. Las computadoras analógicas generalmente no pueden efectuar operaciones aritméticas tales como sumas y restas, y resultan más adecuadas para simular mecánicamente un cierto evento. Las computadoras digitales, por su parte, son idóneas para efectuar cálculos matemáticos, y de ahí que sean tan populares hoy en día. La computadora digital más antigua que se conoce es el ábaco, que al parecer se inventó en Babilonia unos 3000 años antes de Cristo, y que tiene el privilegio de ser también el instrumento de cálculo que se ha mantenido más tiempo en uso.

    Los chinos fueron los que le dieron al ábaco su forma moderna alrededor del año 1200 de nuestra era, y además lo dieron a conocer en Corea y Japón.

    Se sabe también que el ábaco se usó en la Grecia antigua (unos 300 años antes de Cristo), y entre los aztecas (en el año 1000 de nuestra era), y todavía es bastante popular hoy en día entre los chinos y japoneses.

    Una de las razones por las que el ábaco ha sobrevivido tanto tiempo es porque es un instrumento muy práctico y útil para efectuar sumas y restas, y con un poco de práctica puede resultar también muy rápido. Eso lo corroboró el soldado norteamericano Thomas Nathan Wood en noviembre de 1946 cuando fue derrotado por Kigoshi Matsuzaki en una competencia de velocidad y precisión de cálculo celebrada en Tokio en la que el primero usó la sumadora electromecánica más rápida de la época y el segundo un soroban (la versión japonesa del ábaco).

    Pero las computadoras analógicas tienen también una larga y hasta un tanto misteriosa historia. Se sabe por ejemplo, que se construyeron diferentes dispositivos analógicos en la antigüedad, sobre todo con fines astronómicos, y esto no debe resultar muy sorprendente porque es mucho más fácil construir un modelo analógico que simule el movimiento de los astros que derivar las ecuaciones matemáticas que lo rigen. Uno de los dispositivos analógicos más antiguos que se conocen es el astrolabio, cuyos orígenes parecen ubicarse en el siglo I antes de Cristo en la famosa escuela de Alejandría, en Grecia.

    El astrolabio era un instrumento de múltiples usos, que entre otras cosas permitía determinar la posición del sol y las estrellas a cualquier hora del día, permitía determinar la latitud, el número de horas de luz entre el amanecer y el anochecer, y la duración del crepúsculo en cualquier época del año.

    Su uso fue muy popular entre los marinos de diversas épocas, y algunas de sus variantes sobrevivieron hasta nuestro siglo.

    Por muchos años se pensó que los sistemas sofisticados de engranes no se inventaron sino hasta mediados del siglo XVI, pero un peculiar incidente ocurrido a principios de este siglo hizo que los historiadores cambiaran radicalmente su forma de pensar con respecto a la tecnología de que se disponía en los tiempos antes de Cristo.

    En 1900 una embarcación que conducía a un grupo de pescadores de esponjas griegos fue presa de una tormenta en el mar Egeo. Buscando abrigo, desembarcaron en la pequeña isla de Antiquítera, que se encuentra a medio camino entre Creta y Grecia continental. Tras haber pasado la tormenta, los pescadores decidieron sumergirse en las aguas alrededor de la isla en busca de esponjas. Pocos minutos después de iniciada la tarea de búsqueda de esponjas, uno de estos pescadores, llamado Elias Stadiatos, salió del agua aterrorizado, y entre balbuceos le dijo al capitán de la embarcación que había encontrado una pila de mujeres desnudas muertas. Pronto averiguaron que las "mujeres muertas" eran realmente estatuas de bronce de tamaño natural que resultaron ser parte de la carga de un barco que se había hundido en esas aguas alrededor del año 80 antes de Cristo. Los pescadores comunicaron su descubrimiento al gobierno griego, y con eso dió inicio una colosal tarea de rescate de los invaluables tesoros que este barco contenía en su interior, y que incluían joyas, oro y diversos artefactos de gran valor histórico. Entre otras cosas, se rescataron múltiples fragmentos de una estatua de bronce del dios Hermes, y entre ellos apareció un fragmento que que no parecía corresponder a la estatua, sino que aparentaba ser parte de un mecanismo que habría estado en el interior de una caja de madera.

    Desgraciadamente, la sal del agua del océano se había incrustado de tal manera en el artefacto que no había forma de saber de qué se trataba, y el enigmático dispositivo se albergó junto con los demás hallazgos en el Museo Arqueológico Nacional de Grecia, ubicado en Atenas. Por un tiempo, se especuló que este artefacto podía ser un astrolabio, pero varios expertos decían que la complejidad del sistema de engranes les hacía pensar que era un instrumento mucho más sofisticado, aunque nadie mostró mucho interés en analizar el dispositivo en mayor detalle durante varios años.

    Fue hasta 1951 en que el físico e historiador británico Derek De Solla Price decidió descifrar el misterio del denominado "mecanismo de Antiquítera". Para ello, se trasladó a Atenas y tras obtener los permisos correspondientes, dedicó los 8 años siguientes a estudiar cuidadosamente el aparato aprovechando su experiencia con mecanismos antiguos (como los astrolabios). Para ello contrató un servicio especial de limpieza para el dispositivo, y obtuvo placas de rayos X de su interior, a fin de visualizar partes que eran inaccesibles a simple vista. De Solla publicó sus conclusiones en 1959, y desató una tempestad académica similar a la que hundió al barco que transportaba este mecanismo en el siglo I antes de Cristo.

    El mecanismo de Antiquítera estaba contenido en un estuche de madera de unos 30 centímetros de alto, por 20 centímetros de largo, por 10 centímetros de ancho, el cual contaba con una especie de eje en uno de sus lados. Tanto la cara frontal como la trasera parecen haber contenido discos que representaban las posiciones del sol y la luna para cada día, en base a un calendario lunar.

    Dentro del estuche se albergaban unos 30 engranes diferentes que fueron fabricados de una aleación de bronce. Lo peculiar del mecanismo es que según De Solla, contenía un sofisticado conjunto de engranes llamados "tornamesa diferencial epicíclico".

    Este mecanismo consta de un engrane grande que puede rotarse en diferentes direcciones mediante dos engranes más pequeños, de forma similar al diferencial de los automóviles modernos.

    Esto puede no significar mucho para los neófitos, a no ser que nos aclaren que este tipo de mecanismos no reaparecieron en Europa sino hasta unos 1700 años después. El mecanismo de Antiquítera es, en efecto una computadora analógica cuya construcción parece remontarse parece remontarse al año 87 antes de Cristo. ´

    De Solla pudo determinar esta fecha después de someter al dispositivo a un sofisticado estudio de radiación gama en 1971, y el dato fue corroborado por la arqueóloga Virginia Grace tras examinar las vasijas que contenía el barco donde se le trasladó. Pero muchos historiadores dudaron en su momento de la autenticidad del mecanismo de Antiquítera, y hubo uno que incluso sugirió que alguien lo arrojó al mar en la Edad Media y que cayó coincidentalmente en el barco hundido donde se le encontró.

    Lo curioso es que la existencia de éste y otros dispositivos todavía más complejos está documentada en los escritos de Cicerón, que visitó Rodas en aquella época, pero los historiadores consideraron estos relatos como "exageraciones", dado que presumiblemente la Rodas del siglo I antes de Cristo era presa de una severa crisis económica producto de su competencia con el puerto romano de Delos.

    Pero hay testimonios de muchas otras fuentes de que Rodas no era una ciudad griega como cualquier otra.

    Se sabe que sus habitantes resistieron los feroces ataques de Macedonia, que tenía el armamento más avanzado de su época.

    Los piratas del Mediterráneo también solían mantenerse alejados de la flota de Rodas que tenía fama de ser una de las mejores de la región, y aún el poderoso imperio romano no pudo conquistar a la minúscula isla griega sino hasta el año 43 antes de Cristo.

    Al parecer, los habitantes de Rodas eran grandes navegantes, con una sólida tradición astronómica mantenida por una serie de brillantes científicos, de entre los que destaca uno que describió mecanismos similares al de Antiquítera en un libro que ha sobrevivido hasta nuestros días. De hecho, hay razones para creer que los científicos de Rodas conocían muy bien los sistemas de engranes, pues una fuente Bizantina de la época afirma haber visto un invento de ellos llamado "políbolo", que era una catapulta capaz de lanzar piedras de manera consecutiva sin tener que recargarse, de manera análoga a las ametralladoras modernas. Esta sofisticada arma fue posible gracias al uso de un intrincado sistema de engranes que activaba el mecanismo de resorteo de la catapulta, y colocaba las piedras en posición de lanzamiento una tras otra, sin asistencia humana. Claro que si aceptamos que el mecanismo de Antiquítera realmente fue construído en Rodas en el siglo I antes de Cristo, no deja de ser intrigante el pensar por qué este tipo de mecanismos no reaparecieron sino hasta el año 1575 de nuestra era.

    Posiblemente la respuesta tenga que ver con la forma en que veían la ciencia los griegos de la antigüedad, pues para ellos lo fascinante era pensar, y no construir dispositivos de ningún tipo, ya que esta tarea era para los artesanos y no para los hombres de ciencia.

    De tal forma, se conservan pocos registros escritos y prácticamente ninguno físico de algunos ingeniosos dispositivos que se sabe fueron construídos en aquellos días. De entre ellos, destaca un planetario mecánico construído por Arquímedes que mostraba los movimientos del sol, la luna y los planetas vistos desde la Tierra. Pero el mismo Arquímedes se sentía un poco avergonzado de haber dedicado tiempo a una tarea "práctica" de esta naturaleza, y escribió sólo un manuscrito (ahora extraviado), titulado "Sobre el arte de hacer esferas" acerca de este corto lapso en que se retiró de sus tareas netamente abstractas. Tal vez por eso los ingeniosos mecanismos construídos en Grecia continental o en algunas de sus islas como Rodas no fueron vistos con muy buenos ojos por los mismos griegos, y posiblemente algunos de sus hombres de ciencia prefirieron que se perdiera todo vestigio de ellos, aunque eso representara atrasar el desarrollo tecnológico de la humanidad durante más de 16 siglos.

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